11.11.08

CONOCIÈNDONOS COMO CIUDAD

Hoy es un día cualquiera, las polvorientas calles de la urbanización Villa Marina, y los barrios Santa Rita y Bello Horizonte, nos dan la bienvenida.

Lo primero que percibimos es el barrio rodeado por zonas verdes, lo que le proporciona un aroma a hierba permanente.

Las casas con fachadas policromàticas dan prenda de las diferencias de sus habitantes que a la vez demuestran unión y entrega por su pequeña nación, lo mismo se evidencia en los conjuntos cerrados que a pesar de sus muros divisorios y de sus colores uniformes, predominando el verde, blanco, azul y amarillo, se sienten parte del sector.

Por la afluencia vehicular, principalmente de servicio público, el ruido característico del lugar es el engranaje del motor de las busetas, que a toda marcha recogen pasajeros con destino al centro. El trinar de los pájaros y el cantar de los gallos, suaviza el ambiente que junto al murmullo de los niños y el pasear de los ancianos reviven la cultura de los barrios del norte.

El puesto de arepas hace su aparición en las noches deleitando a los habitantes del barrio tanto con el olor como con el sabor de este manjar colombiano, lo que hace contraste con el olor del pan recién horneado que en las vitrinas dura menos que un suspiro.

La música popular hace que el ambiente de los bares, se mezcle con el olor a mecha quemada, lo que propicia diversión y esparcimiento en los habitantes reunidos en las canchas de tejo como escapatoria a sus rutinas.

De igual forma, la zona ubicada en la parte trasera del sector a consecuencia del descuido de nuestros gobernantes es ocupada en las noches por jóvenes que inducidos por la modernidad e instantaneidad de los momentos le brindan a la comunidad un olor a marihuana inspirador.

Al finalizar el día descubrimos en Villa Marina, Santa Rita y Bello Horizonte, lugares periféricos de la ciudad, que sin importar sus diferencias de estratos y sus fronteras viales comparten tradiciones que los identifican como una comunidad.

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